Hay numerosas circunstancias sociales en las que el momento pide hacer una fotografía de grupo: una boda, un congreso, una convención, un curso universitario, una despedida de soltera, una cena de antiguos alumnos…
Hoy en día, lo más corriente sería darle una cámara compacta o un teléfono móvil a la primera persona que pase por allí para que la tome. Lo más normal, en otros tiempos y en estos, si se quieren hacer bien las cosas, es contratar a un fotógrafo profesional para que la haga y, de paso, entregue un reportaje fotográfico del evento completo uno días después con toda la calidad y buen hacer que caracterizan a quien se dedica a ello.
La fotografía de arriba se hizo el último día de un curso universitario de verano. Me encargaron el reportaje fotográfico de esa jornada y la fotografía de grupo de los alumnos con los dos profesores que lo habían impartido.
Así que, desde primera hora de la mañana, estuve tomando fotografías de las ponencias de los profesores, de los alumnos mientras los escuchaban y algún que otro plano general del aula con todos ellos.
Acabadas las ponencias llegó el momento de la entrega del título que acreditaba que los estudiantes habían participado en dicho curso. La entrega se fue haciendo de forma individual para conseguir imágenes de cada alumno recibiendo su título en solitario en cada fotografía.
Esta es tarea habitual a la que está acostumbrado todo fotógrafo profesional que haga con frecuencia reportajes de entregas de premios. En este caso, la única diferencia consiste en que son muchas más las personas que van a las que hay que tomar fotografías, lo que requiere rapidez de ejecución para no perder ninguna entrega que dejara el reportaje incompleto.
Terminadas las actividades se pasó a la toma de la fotografía de grupo con el fin de que la cátedra la enviara posteriormente a os participantes. En la toma de esta imagen sobre todo hay que buscar el equilibrio de masas y que, a pesar de haber muchas personas, ninguna de ellas aparezca con la cara tapada por otra.