Por muy insignificante, vulgar y barato que sea el plato a fotografiar, hacer una buena fotografía requiere su tiempo, no es algo que se consiga simplemente encuadrando y apretando el disparador.
Se requiere de una cuidadosa elaboración anterior de la comida, una presentación sobre un fondo que resulte armoniosa, una determinada iluminación vistosa, unos ajustes de los parámetros de la cámara para que en la imagen capturada se vean todos los detalles que el cliente quiere destacar y se oculten aquellos que puedan distraer de lo fundamental.
Pero antes de iluminar una fotografía de comida para una carta y pasar a capturarla, el fotógrafo profesional ha de haber elegido un punto de vista favorable para conseguir lo que su cliente busca que tenga esa imagen.
Una vez estudiado y decidido todo lo referido anteriormente, el fotógrafo puede pasar a hacer la captura; que nunca será una sola, pues la primera servirá para confirmar que los cálculos de exposición han sido los correctos.
Después de realizadas las capturas y elegida la imagen que cumple las expectativas solicitadas se pasa al retoque de la imagen para convertirla en una perfecta fotografía de comida para carta, ya que la imagen que contiene la tarjeta de memoria de la cámara siempre es mejorable. Más en el caso de este artículo pues la que lo ilustra corresponde a unos aros de cebolla, que al ser fritos quedaron con pequeñas manchas oscuras que desmerecían mucho su visión.
No fue problema pues, tras la edición, toda su superficie quedó con un color uniforme. Lista para poder ser usada como fotografía de comida para carta que atrajera a los clientes. En este caso, la empresa que me la encargó la usó tanto como de aros de cebolla como de calamares a la romana.
Y funcionó en los dos casos, consiguiendo ser un buen reclamo para ambos artículos.
