No me ilusiona demasiado hacer una postal fotográfica, pero confieso que hago alguna que otra de vez en cuando.
Me considero un fotógrafo centrado en los seres vivos, y le suelo dejar las postales a otros fotógrafos profesionales, sean de Madrid o de cualquier otra parte.
Cuando salgo de Madrid siempre encuentro alguna ocasión que considero propicia para capturar una postal fotográfica. Quizá sea porque en los paisajes que tienes menos vistos es más fácil descubrir su singularidad.
No me vuelvo loco con las fotografías de amaneceres, ni con las de tórridas puestas de sol de otros fotógrafos, por mucha belleza que atesoren. ¡Y mira que en Madrid hay esplendorosas puestas de sol! Pero es algo que no me atrae. Aunque, como digo, hago de vez en cuando alguna fotografía de este tipo para cubrir la cuota y por dar alguna satisfacción a los amantes de las “fotos bonitas”.
En este caso, además, se dio la circunstancia de que había otro tema que sí me atrae mucho: la carretera.
Muchas veces se ha utilizado la metáfora de la vida como una carretera, en la que dependiendo del desvío que tomes en cada ocasión éste puede cambiar tu destino.
Me gustan mucho las fotografías de temática relacionada con la carretera pero en las que hay personas que hacen vida en su entorno y con los cuales puedes cruzarte durante tu tránsito por ella; más si son seres que tienen en la carretera su modo de vida.
En este caso no hay seres humanos, por lo menos que se vean… aunque dentro de los camiones aparcados están pasando la noche sus conductores.
Nunca dejes pasar la oportunidad de hacer una fotografía
Así que la madrugada de esa noche en que el destino me había llevado a aquel paraje tan alejado de Madrid, antes de ponerme de nuevo en marcha pensé que podría estar bien hacer una postal fotográfica de aquella situación. Por ir cubriendo mi cuota anual de “fotos bonitas”…
No sé si lo conseguí. Espero que os guste.
