Tabacalera (sala La Principal) está ofreciendo desde el 27 de abril hasta el 17 de junio una selección de las series y fotografías más representativas de Isabel Muñoz, correspondientes a algo más de los últimos veinte años (1995-2018). En La antropología de los sentimientos, título de esta interesante exposición, se pueden ver 97 fotografías y seis instalaciones audiovisuales. Abundan las imágenes en gran formato, pero también se pueden disfrutar obras de tamaño muy reducido, como en Sexo (2002).
La primera sala, la más grande, nos ofrece Kudo San (2018), una instalación audiovisual formada por cuatro grandes paneles en los que personas de varias etnias se mueven, gritan, gesticulan, se retuercen… Pero nada acontece en todas las pantallas al mismo tiempo; en cada una de ellas podemos ver una acción diferente a la que está ocurriendo en las otras. Desde esta primera propuesta queda clara la importancia que tiene el cuerpo humano en toda la obra que se nos presenta. Obra nada menos que de la fotógrafa galardonada con el Premio Nacional de Fotografía en 2016.
A partir de aquí podemos contemplar Agua (2016), Álbum de familia (2015-16), Mitologías (2012) y Crisálida (2018) en la siguiente sección. Que muestran cuerpos sumergidos en acción, gorilas con expresiones y comportamientos muy humanos, desnudos con máscaras mitológicas… Bien sea en cada caso en blanco y negro o color.
El sexo es el tema de la siguiente sección:
Fragmentos (1995), imágenes del cuerpo humano desnudo y que la fotógrafa considera un trabajo inconcluso; Sexo (2002), en la que no se dan situaciones de violencia, aunque sean representación cruda del acto sexual; y SM (2002), que no es otra cosa que otra exploración relativa al sexo en imágenes de sadomasoquismo, de nuevo compuesta por fragmentos del cuerpo humano que no hieren al ser contemplados.
La tercera sección la conforman Hijras (2012), que son la encarnación del tercer sexo en la cultura hindú, y que van modelando su cuerpo desde pequeñas para acabar siendo lo que quieren ser; y Trans (2007-2018), en la que ha ido retratando con elegancia a transexuales de Brasil que se dedican a la prostitución.
Contorsionistas (1998), chinos en posturas llenas de plasticidad y Metamorfosis (2016), imágenes de nuevo de cuerpos tatuados y también con objetos metálicos que atraviesan su piel.
En Etiopía (2000-2005) Isabel Muñoz nos muestra a los pueblos del río Omo, las tribus boda, karo y surma, quienes pintan su piel como marca de pertenencia tribal. Mientras que en Maras (2002) son presos de El Salvador los que son fotografiados con sus cuerpos repletos de tatuajes, lo que constituye su estrategia retórica.
Se conoce como La Bestia a la red de ferrocarriles que une las fronteras sur y norte de México, la cual utilizan los migrantes que intentan llegar a Estados Unidos. Esta historia, en la que participa Isabel Muñoz en su periplo intentando reflejar esta realidad de forma fotográfica se nos cuenta en un vídeo de 5 minutos, realizado en 2008.
Amor y éxtasis (2010), personas con objetos que atraviesan la piel de sus caras, ya sean los carrillos, la lengua, etc.; Shaolín (1999); Nueve Dioses (2016); y Metamorfosis II (2016), compuesta por fotografías de cuerpos suspendidos de cables.
Por último
En Locura (2016) encontramos un autorretrato de la fotógrafa con su cabeza llena de cables, por pura empatía con el resto de personas que aparecen en esta serie de un denso blanco y negro. Y es que hay que estar un poco loco para continuar sobreviviendo en este mundo de hoy en día.
Acabada la visita queda una sensación muy completa de lo compleja que es la obra de la fotógrafa catalana que hace ya muchos años fijó su base de operaciones en Madrid. Es una exposición que no debería perderse ningún aficionado a la fotografía; mucho menos cualquier fotógrafo profesional de Madrid.